- 7 octubre, 2013
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
Comienzan a aparecer síntomas de que la crisis puede estar tocando fondo, y empezamos a ver una pequeña luz que se apagó en 2007 y que hasta ahora no había emitido rayos que nos dieran esperanza.
Pero los síntomas son aún débiles, muy asociados al turismo y a la internacionalización (fundamentalmente exportaciones) de empresas españolas, aunque aún no tienen un reflejo claro en el consumo interno debido principalmente a la precariedad que aún existe en el mercado laboral, con tasas superiores al 25% de la población activa, lo que resulta difícilmente compatible con esa recuperación que deseamos y que, como decía al principio, queremos empezar a ver.
Profundizar en hacer aún más precario el mercado laboral por la vía de los salarios creo que no es una solución sostenible socialmente, ni siquiera eficiente a medio plazo para las empresas que apostaran por esa vía, ya que correrían el riesgo cierto de desvincular a su activo más importante: las personas. Estaría en la línea del “pan para hoy y hambre para mañana”, muy asociada, además, a estrategias de costes para competir fundamentalmente por precio.
Y seguramente coincidiremos que en este tiempo y en este país, competir por precio tiene grandes dificultades y muy poco recorrido.
Nuestro objetivo debería ser la diferenciación por calidad, por servicio, por innovación, por tecnología, por compromiso, por competencia, por eficiencia, … y con transparencia. La ética en los negocios adquiere, más que nunca, valor estratégico para las empresas.
Sobre estos temas hablaré en sucesivos posts en el blog del Círculo, pero ahora quisiera hacer mención, en relación con el último punto, la transparencia, a una enseñanza específica de la crisis: las empresas acabamos siendo lo que entre todos los que la formamos somos capaces de construir, combinando de manera adecuada la eficiencia económica con la eficiencia social (compromiso con todos los grupos de interés), teniendo al cliente siempre en el foco.
Sin atajos, sin participar en procesos opacos, sin arriesgar nuestro futuro a subvenciones u otras dependencias de las administraciones.
El tamaño importa, es verdad, y hay que alcanzarlo de manera armónica: clientes, innovación, ventas, resultados económicos, empleados, vinculación social, … construyendo sobre nuestros recursos (o desde nuestros recursos, si participamos en alguna fusión o adquisición) y sobre financiación razonable, pero no sobre expectativas de ayudas y subvenciones –cada día más difíciles, por otra parte, y que ahora están mostrando sus efectos perversos con los recortes y las consiguientes pérdidas de vías fundamentales de financiación para algunas empresas y asociaciones- que solo pueden desequilibrar ese crecimiento ordenado imprescindible para tiempos de bonanza, pero especialmente importante en tiempos de crisis. Siendo muy exigentes, eso sí, con las administraciones para que cumplan con los compromisos adquiridos, a la vez que faciliten y catalicen la labor empresarial, auténtico pilar de nuestro estado del bienestar.