- 12 agosto, 2012
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
La realidad de la crisis es una realidad evidentemente económica con una gran influencia del sector financiero, que durante un tiempo ha podido animar algunas burbujas desde la convicción –que ahora sabemos completamente errónea- de que habíamos entrado en aquel círculo virtuoso del que hablaba días pasados y que aseguraba el crecimiento continuo.
El dinero abundante y barato, las titulizaciones de activos, el crecimiento rápido como único factor de éxito, … fueron engordando esa burbuja inmobiliaria (que no se vio durante mucho tiempo por las dificultades de asociar burbuja con la solidez de un inmueble) que ha derivado en la triste y complicada situación actual.
Pero sería injusto asociar la crisis solo a determinada banca. Eran colaboradores necesarios pero no únicos responsables.
En mi opinión, por debajo de esta crisis económica lo que subyace es una crisis de valores que ha priorizado el éxito a corto plazo, el beneficio inmediato, el crecimiento a cualquier precio, … frente a los valores tradicionales de la prudencia, la solvencia, la seguridad en las transacciones comerciales.
Y es que aunque con la globalización, la internacionalización de la economía y la emergencia y rápida difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones básicamente asociadas a internet, el cambio forma ya parte inseparable de nuestras vidas, en el fondo los valores básicos sobre los que construimos las sociedad y sobre los que se asientan las empresas no cambian: confianza, prudencia, respeto a los demás, cualificación, iniciativa, seguridad, solvencia, crecimiento compartido, integridad … son y serán básicos para el progreso sostenido.
Creo que tras unos años de una cierta confusión motivada por ese crecimiento parecía que imparable, hemos vuelto a poner los pies en el suelo y los directivos hemos tomado plena conciencia de la situación y sabemos cómo abordarla en nuestras empresas. Volver a construir sobre valores sólidos y compartidos, y no sobre cimientos de barro, es el camino correcto.