Sobre el poder, la autoridad y el liderazgo.

En el momento en que a uno lo nombran jefe, le confieren un poder sobre otras personas. Obtienes unos galones. A partir de ese momento puedes dar órdenes, en una mayor o menor seguridad de que serás obedecido por tus colaboradores.

Pero dirigir por galones es tan solo mandar. Si te limitas a este rol no aprovecharás más que un ápice de lo que tus colaboradores pueden aportar a ti y a tu empresa. Estarán esperando a recibir tus órdenes para cumplirlas, sin utilizar su mente para mejorar su trabajo, para hacer propuestas, para ser proactivo. Sin ir más allá de lo que tú has dicho que tienen que hacer. Sin tomar decisiones.

El siguiente paso para llegar a ser un líder es conseguir Autoridad, y ésta no viene dada con tu nombramiento, te la confieren tus colaboradores si consideran que te la mereces.

¿Y cómo se consigue esta Autoridad? Pues ejercitando el poder que te han concedido con justicia, equidad, equilibrio y oportunidad. En una palabra, haciendo un uso ético de ese poder. Para que tus colaboradores te confieran esa Autoridad, han de confiar en ti. De nuevo nos encontramos con la Confianza, ese atributo que tan difícil es de obtener y tan fácil de perder.

Y para obtener esa confianza has de utilizar tu poder con justicia y equidad, no beneficiando a quien te hace la pelota, por ejemplo, o a quien te cae mejor, sino a quien lo merece. Ese es el primer paso, aplicar la Meritocracia. Es decir, hay que darle a cada uno lo que se merece, desde el punto de vista del equipo, del cumplimiento de objetivos, de la colaboración y la aportación que cada uno hace.

Pero también tendrás que hacer uso de tu poder cuando corresponde. Y no es sencillo. ¡Qué fácil resulta que cuando alguien te lleva la más mínima contra te “señales los galones de tu hombro” para indicarle que tú eres el que manda! Pero si haces un uso abusivo de tu poder en ese sentido, al final nadie te rechistará, y nadie te ayudará a mejorar tus decisiones, que serán incluso en alguna ocasión completamente equivocadas, y que te pueden acarrear un disgusto. Porque tú nunca escuchas y si alguien osa dar su opinión tú te “señalas el hombro”.

Los galones son para las ocasiones. Contadas ocasiones. Tus colaboradores han de tener la oportunidad de dar su opinión libremente, incluso aun cuando sea opuesta a la tuya. Porque cuatro ojos ven más que dos, y entre todos contribuiremos a que la decisión final, que siempre será tuya, sea la mejor posible. Obviamente, llegado el momento en que se ha adoptado una decisión, hay que cumplirla, por parte de todos, incluido tú mismo. Pero hasta que esa decisión se adopte, todos tienen que poder opinar y colaborar en su construcción. Así la decisión será un poco de todos y lo que es de uno parece que se defiende o se persigue, caso de ser un objetivo, mejor.

Pero tan peligroso es su abuso como su defecto. Si comprueban que en aquellas ocasiones en que tendrías que hacer uso de tu poder, no lo haces porque te resulta incómodo, porque no es agradable, o porque te da miedo utilizarlo. Imagínate un compañero que llega tarde todos los días. Qué cómodo es mirar hacia otro lado para no tener la desagradable experiencia de llamarle la atención. No estarás siendo justo y equitativo con todos los compañeros que llegan a tiempo al trabajo, y no obtendrás la confianza de tus colaboradores.

No hay líder sin autoridad, y no hay autoridad sin ética. Así que si quieres convertirte en un verdadero líder, la ética ha de impregnar cada una de tus actuaciones.

Eso sí, este es un primer paso, para llegar a ser un líder el camino es largo, y requiere que aprendas a delegar, a confiar en las decisiones de tus colaboradores, a darles cancha, a motivarlos y ayudarles a crecer profesionalmente. Qué fácil es escribirlo, y qué complicado resulta alcanzar esta meta, donde la Ética, es una condición sine qua non.



Author: Marcos
Tesorero del Círculo de Economía de Alicante.

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