- 9 diciembre, 2012
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
La internacionalización, en mi opinión y de acuerdo con los artículos anteriores en este blog, no puede obedecer a una decisión táctica, sino que debe basarse en la reflexión, en una nueva orientación de la empresa con visión a largo plazo.
Para que aporte valor sostenido, la internacionalización tiene que ser consecuencia de una reflexión estratégica de la compañía basada en la adquisición de conocimiento nuevo por parte de la empresa, que permita hacer cosas diferentes a las que venía haciendo hasta ahora en el mercado doméstico, y en las distintas fases del proceso de identificación de necesidades y expectativas de los clientes, fabricación, comercialización y servicio post venta.
Y cuando se plantea así, como una oportunidad estratégica con visión global pero adaptación local, la internacionalización ofrece sin duda importantes oportunidades.
Oportunidades relacionadas con el crecimiento, que especialmente en épocas de incremento de la competencia y ajuste de márgenes –la globalización lo impulsa-, el volumen es un factor fundamental de supervivencia, aún en empresas que trabajen en diferenciación más que en costes (aunque la obsesión por la mejora continua de la eficiencia –sin menoscabo de un servicio excelente al cliente- debe ser un valor entendido en todas las Organizaciones).
Oportunidades relacionadas con esa mencionada obligación de mejora de la eficiencia, asociada igualmente al incremento de volumen de producción y ventas y, por tanto, a la posibilidad de obtener economías de escala; pero también en algunos casos con mejoras relevantes de costes primarios en casos de deslocalización de alguna parte de la producción, mejor aprovechamiento de la marca como factor de aproximación a determinados mercados locales de la mano de clientes nacionales o extranjeros en nuestro mercado tradicional, y esto tanto para vender en el exterior como para atraer a clientes extranjeros a nuestro país (acceso a nuevos segmentos de clientes), que cuando hablamos de internacionalización no debemos entender exclusivamente la venta en países extranjeros: nos internacionalizamos cuando exportamos, por supuesto, pero también cuando fabricamos en otros países para vender allí o aquí, o cuando conseguimos atraer a nuestro país con ofertas especialmente adaptadas a las expectativas de determinados clientes extranjeros, a personas o empresas de otras nacionalidades.
Y ese conocimiento que obtenemos en el proceso y durante la vigencia de nuestra posición internacional, nos da también la posibilidad de mejorar en nuestro mercado doméstico tradicional mediante la transferencia de tecnología del proceso, del producto, de la gestión de las relaciones con el cliente, …, que hemos obtenido de esa consolidación de nuestra posición internacional.
Pero insisto, siempre con visión de largo plazo, sin esperar razonablemente que esa decisión de internacionalizar nuestra actividad nos resuelva la cuenta de resultados de este año (lo que no es descartable en una coyuntura muy favorable de un nuevo proveedor mucho más barato, o una oportunidad de liquidación de stocks sin salida en el mercado interior).
Trabajar el conocimiento es la clave. Y esa es una tarea con resultados sostenibles en el medio y especialmente en el largo plazo.