- 28 marzo, 2012
- Publicado por: Francisco
- Categoría: El Círculo
Frecuentemente se confunde la Responsabilidad Social Corporativa con acciones de patrocinio, mecenazgo o marketing con causa (campañas a favor de causas sociales vinculadas a la venta de productos por la empresa) que, con ser importantes en ocasiones desde el punto de vista social, no abarcan más que una parte mínima de lo que entendemos por Responsabilidad Social Empresarial.
La última definición acuñada por la Unión Europea en comunicado de la Comisión tanto al Parlamento Europeo como al Consejo, establece que “las empresas deben aplicar, en estrecha colaboración con las partes interesadas, un proceso destinado a integrar las preocupaciones sociales, medioambientales y éticas, el respeto a los derechos humanos y las preocupaciones de los consumidores en sus operaciones empresariales y su estrategia básica, a fin de maximizar la creación de valor compartido para sus propietarios/accionistas y para las demás partes interesadas y la sociedad en sentido amplio”.
No se trata, por tanto, de promover acciones esporádicas, sino de integrar los conceptos de sostenibilidad y solidaridad en la actividad diaria de la empresa, procurando la creación de valor compartido con todos sus grupos de interés, entre los que incluimos, sin duda, el entorno social que rodea a la empresa, así como el apoyo, en la medida de sus posibilidades, a la corrección de discriminaciones de todo tipo a personas, países o regiones.
Y por supuesto, ganar dinero.
Pero es que una buena política de RSC, además de contribuir al desarrollo armónico y sin exclusiones de la sociedad, es un instrumento excelente también para mejorar la capacidad de competir de la empresa, ya que se traduce en:
– Identificación de la empresa como modelo de conciencia social y portadora y prescriptora de valores positivos, lo que se traduce en un activo para ganar la confianza de todos sus grupos de interés (y la confianza es, en todos los negocios, una de las claves del éxito).
– Orgullo de pertenencia, motivación y compromiso de la plantilla, factores sobre los que, como hemos explicado en ocasiones anteriores, es posible construir ventajas competitivas no copiables y, por tanto, sostenibles que le permiten apropiarse justamente de una parte del valor generado.
– Imagen de marca, capacidad de atracción de nuevos clientes y fidelidad de los clientes actuales, que pueden llegar a convertirse en auténticos prescriptores de la empresa.
– Reconocimiento social, credibilidad e integración en la sociedad, uno de los resultados clave identificados por el modelo europeo para la gestión de la calidad.
– Naturalmente, mejora progresiva del entorno y contribución al desarrollo equilibrado de la sociedad.
Y como consecuencia de esa confianza de empleados, clientes y sociedad en general, trabajando con calidad, la empresa estará en las mejores condiciones de competir en este mundo global.