- 10 junio, 2012
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
El pasado 24 de mayo tuve la oportunidad de asistir, en Madrid, a la II Cumbre de Internacionalización organizada por la Asociación Española de Directivos, El Club de Exportadores e Inversores Españoles y la Asociación de Marcas Renombradas Españolas, con la colaboración de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE) de cuya Junta Directiva forma parte el Círculo.
El diagnóstico de la situación que hacen los empresarios y directivos es, lógicamente, grave: España registra unos niveles de desempleo inaceptables, especialmente entre los jóvenes, y existe serio peligro de que disminuya sustancialmente el nivel de bienestar logrado; la creación de empleo pasa por una recuperación de la actividad de las empresas que en estos momentos, ante la atonía de la demanda interna, solo es posible por un aumento de su internacionalización, y aquí seguimos teniendo uno de los problemas más serios de nuestra economía.
Como ya destacaba el RDL 8/1996, de 7 de junio, sobre incentivos a la internacionalización de las empresas, “en el contexto de una economía globalizada y en constante proceso de internacionalización, la empresa española tiene que sumarse necesariamente a ese proceso y ser competitiva por prestaciones y por tamaño”.
En una economía globalizada, la competitividad vía coste y calidad de los productos y servicios de las empresas es un valor entendido y gana relevancia la gestión de activos intangibles (innovación en productos y procesos, recursos humanos, inteligencia competitiva, marcas y redes comerciales, organización interna, buen gobierno corporativo, alianzas estratégicas, etc.).
Según el documento de propuestas de esta II Cumbre de Internacionalización, los factores determinantes del proceso de implantación comercial y productiva a nivel internacional son:
1.- Necesidad de una cultura y una estrategia empresariales orientadas a la internacionalización.
2.- Disponibilidad de recursos humanos cualificados.
3.- Implantación de un sistema de inteligencia competitiva.
4.- Acceso a líneas de financiación y cobertura de riesgos.
5.- Apuesta por los activos intangibles, como la innovación y la marca.
6.- Gestión de la imagen-país como herramienta competitiva.
7.- Existencia de un marco institucional, fiscal y jurídico eficiente.
Y aunque muchas empresas españolas están intensificando su actividad internacional tanto vía exportaciones como mediante inversión directa en el exterior en busca de abrir nuevos mercados y de reducir el riesgo de dependencia excesiva del mercado doméstico, nuestra todavía débil implantación internacional está suponiendo un hándicap importante en el proceso de reactivación económica a nivel país y de cada una de nuestras empresas.
Hoy, tal como apunta el análisis de la Cumbre a la que me estoy refiriendo, la internacionalización no es una opción estratégica más para las empresas españolas sino una necesidad estructural y, por tanto, debería ser también una prioridad en términos de política económica, presupuestaria y de soporte y coordinación por parte de las administraciones públicas, en colaboración con las asociaciones empresariales y las empresas individuales.
Y a partir del apoyo y el compromiso claro de las administraciones –aún pendiente-, el éxito de la internacionalización está, lógicamente, en manos de la empresa; y aquí el factor humano tiene un papel fundamental: España, como apunta aquel informe, cuenta con un capital humano muy local, una cultura que sobrevalora la vida en nuestro país, unos profesionales con reducida experiencia internacional y una Administración poco orientada a las necesidades actuales que, en cuestión de jóvenes profesionales, puede empezar a corregirse como consecuencia del alto grado de desempleo joven, que en muchos casos empiezan a ver la salida al exterior como su primera opción para acceder al mercado laboral.
Este es el camino que solos o, mejor, en colaboración, tenemos que recorrer las empresas españolas si no queremos correr el riesgo de desaparecer.