- 2 diciembre, 2012
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
A través de la estrategia, la empresa anticipa una serie de decisiones que pretenden posicionarla de manera favorable en el mercado a medio y largo plazo.
Es verdad que el concepto de largo plazo, a la velocidad que ocurren los cambios actualmente, es necesario relativizarlo, pero también lo es que mediante la estrategia lo que tratamos es de vislumbrar el futuro y adaptar nuestra empresa a ese futuro razonable de manera que consigamos ventajas competitivas en los segmentos/mercados objetivo, respecto al resto de contendientes en nuestro sector.
La decisión de internacionalizarse de una empresa forma parte de esas decisiones estratégicas y, como tal, requiere análisis, planificación, puesta en marcha y expectativa de resultados a medio y largo plazo, pese a que en los tiempos actuales tenga pocas alternativas.
El mundo es global, la sociedad es global, el mercado es global y las empresas deben ser también globales para competir, máxime cuando en nuestro país, como consecuencia de la crisis, el consumo interno está no solo estancado sino en clara contracción, y con competidores extranjeros en todos los sectores (y nacionales, que el elevado nº de personas en desempleo anima en muchos casos el autoempleo que, normalmente, comienza siempre por atender el mercado más próximo con una oferta de valor que habitualmente pretende diferenciarse de la que actualmente muestran los competidores establecidos, vía precio o servicio).
Mirar al exterior, por tanto, es muy importante para las empresas españolas. Mirar para vender más, para fabricar mejor, para identificar nuevos segmentos de clientes, para mejorar el producto… pero mirar con ojos nuevos, sin pretender reproducir exactamente lo que hacemos en el mercado interior, adaptando nuestra oferta a las expectativas concretas de las personas de cada nuevo segmento/mercado al que nos dirijamos, lo que exige necesariamente focalizarnos en un número pequeño de nuevos mercados en la primera fase, que podremos ir ampliando a medida que vayamos consolidando los nuevos proyectos.
Y aunque las empresas más grandes disponen habitualmente de más recursos para internacionalizarse, también las PYMES tienen su oportunidad a través de la cooperación con otras empresas complementarias en su cadena de valor, con alianzas en el país de origen y en el de destino, aprovechando las oportunidades de adaptación y la agilidad que facilita el mejor tamaño, y apostando claramente por la diferenciación frente a la tentación más fácil –al menos en la primera impresión- del bajo coste, en el que difícilmente se puede competir con empresas locales del país de destino o con otros jugadores procedentes de países emergentes con costes de producción mucho más bajos que los nuestros.
Y por fin, sin esperar resultados inmediatos, que la internacionalización sostenible no puede ser una vía de liquidación de stocks o una forma de invertir a corto plazo una cuenta de resultados complicada. La internacionalización, especialmente para las PYMES, exige paciencia, constancia, convicción, creación de marca en destino, alianzas, conocimiento y adaptación a la cultura del nuevo segmento/mercado al que nos dirigimos, visión a medio y largo plazo … estrategia.