La creación de valor.

Un concepto muy arraigado en muchas empresas es el de la creación de valor para el accionista como paradigma básico de la gestión. Y es cierto, crear valor para el accionista es fundamental para cualquier empresa. Si los accionistas, los propietarios, no consiguen el valor previsto en su inversión, es probable que abandonen progresivamente la compañía en busca de alternativas más rentables o que se adecúen mejor a sus objetivos, lo que, al final, puede dar al traste con la empresa.

Crear valor para el accionista es, por tanto, un objetivo irrenunciable para cualquier compañía.

El problema se plantea cuando ese objetivo se convierte prácticamente en el único objetivo; porque cuando eso ocurre, la empresa se orienta fundamentalmente a corto plazo (es frecuente asociar el valor económico para el accionista con el incentivo a corto para la dirección, y de eso tenemos malas experiencias recientes). Es una orientación muy poco sostenible. El valor para el accionista debe entenderse hoy, mañana y todos los días, y eso exige mucho más que corto plazo.

La creación permanente de valor exige adaptación e incluso anticipación al cambio, apuesta por la innovación, mejora continua de procesos, compromiso con los clientes y con el progreso de la sociedad y, por supuesto, compromiso con los empleados.

Sin clientes vinculados, satisfechos con nuestro servicio; sin productos permanentemente adaptados a las necesidades, expectativas y capacidad de  esos clientes; sin un entorno social que participe, entienda y comparta nuestra visión, es muy difícil que podamos plantearnos un futuro a largo plazo.

Y todo eso pasa por empleados también comprometidos con la empresa, implicados en la mejora continua de la actividad; capaces; que quieran, sepan y puedan hacer las cosas adecuadas en el momento oportuno. Empleados que vivan la empresa como algo propio durante el tiempo que formen parte de nuestro equipo.

La creación de valor, para que la empresa sea sostenible, tiene que alcanzar, por tanto, a todos los grupos de interés en la empresa, especialmente a empleados, clientes, proveedores y entorno social, porque es a través de ellos como se puede alcanzar el valor para el accionista.

Valor para el accionista, sí, por supuesto. Pero no como único objetivo, sino como consecuencia de la percepción y realidad de valor por los demás stakeholders de la compañía.



Author: Enrique Javier Fur
Presidente del Círculo de Economía de la Provincia de Alicante.

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