- 9 abril, 2012
- Publicado por: Francisco
- Categoría: El Círculo
Entendiendo la Empresa como una “organización con ánimo de lucro formada por una combinación de personas y recursos que conviven y se relacionan según un esquema preciso pero dinámico de relaciones internas y con el exterior, normas y dependencias, con la finalidad de alcanzar un objetivo común que permita la consecución de los objetivos individuales de sus miembros”, advertimos inmediatamente la importancia de ese esquema dinámico de relaciones, normas y dependencias para ordenar las tareas y actividades en su seno con el fin de avanzar correctamente hacia los objetivos determinados.
El diseño de ese orden interno da lugar a la estructura organizativa, que es el esquema formal de relaciones, normas, dependencias y funciones que ayuda a la empresa a conseguir sus metas.
No se trata, por tanto, de un elemento neutral para el éxito de la empresa. Su impacto en los resultados es realmente muy importante, por lo que requiere un análisis permanente por parte de la dirección de la compañía no solo para acertar la primera vez, sino para mantenerla operativa y competitiva a lo largo del tiempo.
Porque la estructura no es algo estático.
Para mantenerse viva, para crecer, la empresa necesita entender constantemente el entorno físico, técnico, competitivo en el que se mueve; interpretar las señales de los clientes para adaptar su producto/servicio a las necesidades y expectativas expresas o tácitas que van mostrando sus clientes actuales y potenciales; necesita, en definitiva, adaptarse permanentemente al cambio que es, sin duda, el signo de nuestro tiempo.
Y la estructura no puede ser ajena a esa adaptación. Es más, incluso diría que esa adaptación constante de la empresa al entorno no es posible si previa o simultáneamente no se ajusta la estructura al tiempo nuevo. Este es el concepto de equilibrio dinámico que incluía en la definición con que iniciaba este post.
Y aunque la estructura no es la organización, sino un medio para que ésta consiga sus objetivos, se trata, como apuntaba, de un medio fundamental puesto que define tanto las funciones como la división del trabajo, la especialización, las relaciones de poder y autoridad formal, la agrupación de tareas en unidades y de éstas en otras de orden superior, así como el esquema formal de comunicaciones que regirá la vida interna de la empresa y de ésta con el exterior.
En un entorno tan complejo, tan cambiante, tan dinámico como el que vivimos, la estructura tiene que dar respuesta constante a esos movimientos en el exterior, lo que exige comunicación fluida a todos los niveles, participación convencida de todos los empleados, implicación, compromiso, aportación no solo del trabajo exigible en el contrato individual, sino un plus adicional que marque la diferencia, que ayude a definir esa ventaja competitiva sostenible tan difícil de alcanzar, como apuntaba en un post anterior.
Estructuras orgánicas, capaces de adaptarse al entorno, son clave en la mayor parte de sectores en este tiempo, frente a las clásicas estructuras mecánicas basadas fundamentalmente en las relaciones de poder formal, muy eficientes pero más propias de entornos estáticos, previsibles, como ocurría en épocas pasadas.