- 9 febrero, 2012
- Publicado por: Francisco
- Categoría: El Círculo
Históricamente, la capacidad de crecer en la economía pasó de los fabricantes (hace apenas 50 años, en nuestro país prácticamente todo lo que se producía se vendía, por lo que la focalización de las empresas se centraba prácticamente en el producto y el proceso de producción, que era lo que mayor valor aportaba a la empresa y a sus propietarios), a los intermediarios (la aparición de una clase media cada día más amplia, con poder adquisitivo creciente, impulsó el incremento de la competencia en prácticamente todos los sectores de actividad, lo que provocó el aumento de poder de los intermediarios, con gran capacidad de prescripción sobre los clientes acerca del producto más adecuado a sus expectativas), y de aquí, con la irrupción y rápida extensión de las nuevas tecnologías –especialmente las relacionadas con internet-, esa capacidad de crecer y el poder que lleva asociado, está pasando progresivamente a manos de los clientes.
Hoy los clientes pueden decidir desde sus casas, a muy pocos clicks de ratón, qué producto concreto es el que necesitan, dónde lo pueden encontrar y cuál es el mejor precio, el que están dispuestos a pagar, lo que incorpora un elemento de tensión adicional al funcionamiento de las empresas, que tienen que situarse en tasas de eficiencia cada vez más competitivas sobre unos parámetros de calidad excelentes si quieren no ya incrementar, sino solo mantener su capacidad de competir.
La eficiencia, la calidad en el producto y en el servicio, el servicio post-venta, la innovación, la fidelidad el cliente, … son elementos imprescindibles para el éxito. Y son elementos, además, que pasan por el trabajo convencido de todas las personas que forman parte de la empresa. Porque los productos, los procesos, los sistemas, la tecnología, son elementos necesarios para focalizar a la empresa en la dirección de los objetivos, pero son solo las personas las únicas capaces de alcanzar esos objetivos.
Y si eso es así, ¿por qué la parte de la estructura empresarial que tiene la responsabilidad de la gestión de las personas carece, en general, del reconocimiento expreso que esa importante función requeriría?.
Es verdad que sin productos adecuados ninguna empresa puede sobrevivir; como también lo es que sin tecnología y sistemas de venta perfectamente alineados, no llegamos a nuestros clientes objetivo; o que sin una planificación y control correctos, difícilmente podríamos plantear el medio y largo plazo de la compañía, lo que nos lleva a concluir que la gestión de los procesos, la de los clientes, la estrategia, etc., son muy importantes en las empresas. Pero todo eso solo es posible si contamos con empleados cualificados, motivados, implicados, comprometidos con el presente y el futuro de las compañías, y en ese punto, en la gestión de esos elementos intangibles asociados a las personas, la función de las direcciones de Recursos Humanos desempeña un papel fundamental, no tanto en la gestión individual de las expectativas de cada persona en la empresa que, sobre todo en las grandes organizaciones, esa gestión corresponde al jefe de cada empleado, como en la definición, aplicación y control de las políticas y tácticas que facilitan ese compromiso imprescindible de las personas de la empresa.
Las políticas de selección de plantillas, formación y desarrollo de los empleados, comunicación interna, retribución, conciliación, etc. son clave para que la empresa avance por el camino correcto.
Y si estamos de acuerdo en que eso es así, ¿por qué la gestión de personas no forma parte en muchas empresas de su estrategia real?. Tenemos que dar el paso de decir que las personas son el principal activo de las organizaciones, a considerar realmente a las personas como el principal activo de las organizaciones.