- 10 junio, 2013
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
En esta serie de posts sobre la importancia de la planificación de los recursos humanos en la empresa como clave de competitividad, no puedo dejar de hablar de la importancia de la imaginación, de la creatividad de todos en la empresa para avanzar.
La mejora continua –de la que hemos hablado en el Círculo en muchas ocasiones- parte de este concepto, de potenciar y aprovechar las aportaciones de todos para adaptar permanentemente nuestro producto/servicio a las mejores expectativas de nuestros clientes reales y potenciales, de manera que podamos identificar una ventaja competitiva que reconozcan nuestros clientes y que les impulse a repetir compras con nosotros.
Facilitar un ambiente dentro de la empresa que prime la confianza, que relativice el miedo al fracaso, que apueste por la innovación, por la orientación clara al cliente objetivo de la empresa, es imprescindible para crear relaciones a largo plazo, desde luego mucho más allá de una compra puntual por un cliente, y mucho más allá de la retribución por unas horas de dedicación al trabajo de los empleados.
Y por supuesto, que apueste por la formación continua de la plantilla, única forma de asegurar su adaptación a las circunstancias cambiantes que hay que enfrentar cada día.
Los intraemprendedores son, por tanto, figuras imprescindibles en las empresas de hoy. En realidad, deberíamos aspirar a tener una empresa de intraemprendedores, así como sistemas para canalizar las inquietudes despertadas en los empleados.
Y existen sistemas que facilitan esa función: los buzones de sugerencias; los Círculos de Calidad; los Equipos de Proyecto; los concursos de ideas; … son instrumentos de los que dispone la empresa que, correctamente gestionados, deben convertirse en programas capaces de aportar un valor fundamental a la compañía.
La gestión correcta de estos programas exige reconocimiento, apoyo, soporte, estructura específica, formación, y una cultura de empresa que reconozca los logros con naturalidad y con objetividad.
El éxito de la empresa es consecuencia de una gestión directiva visionaria a la vez que contingente, capaz de adaptarse a cada momento y a cada persona (también aquí sería de aplicación una adaptación de aquel principio de gestión de la sostenibilidad ambiental acuñado en la Cumbre de Río :”piensa globalmente, actúa localmente”), pero también de la participación activa de cada uno de los empleados de la compañía.
Imaginar el futuro y transformarlo en realidades útiles es una labor, al final, de todos en la empresa. Y todos nos jugamos demasiado en ese envite como para no cuidarlo como merece.