- 13 abril, 2014
- Publicado por: Carmenojeda
- Categoría: El Círculo
Me atrevería a afirmar que el ser humano es el único animal social que, muchas veces, se ve ocupando posiciones de liderazgo sin tener las aptitudes necesarias para ello. Veamos por qué digo esto.
Es sabido que entre el resto de animales sociales, el liderazgo lo ocupa el miembro más sabio, el más capaz de mantener al grupo unido y vivo y el que además, normalmente se lo ha ganado en ardua pelea con sus congéneres.
Por poner algunos ejemplos, entre los caballos, animales tremendamente sociales que viven en manadas cuando están en libertad, el liderazgo lo ostenta la yegua más vieja y sabia. Es a quien sigue voluntariamente toda la manada en busca de pastos, agua o refugio. Entre los simios, más próximos a nosotros, el liderazgo corresponde al macho alfa, que es quien a lo largo de su desarrollo como joven aspirante, va demostrando al resto del grupo dotes de ecuanimidad, iniciativa e interés por el bienestar de los demás. Llegado el momento, deberá pelear con el líder y ganar, para poder convertirse a su vez en líder.
Entre los humanos esto no es así siempre. Muchos líderes acceden a sus puestos en base a criterios que nada tienen que ver con su capacidad para dirigir a otras personas. Lo digo por experiencia. A lo largo de mis más de 20 años de trabajo en la empresa privada, he tenido jefes que no tenían las competencias para serlo, he sido yo misma responsable de equipos sin tener lo que hacía falta y he escuchado a infinidad de compañeros contarme sus cuitas y agravios con sus respectivos líderes, como supongo que otros escuchaban a mis colaboradores quejarse de mí. También he vivido lo contrario: jefes que me han inspirado increíblemente y a los que hubiera seguido al fin del mundo y también yo, en ocasiones, supe hacerlo con alguno de mis equipos. A todos nos ha pasado, ¿verdad? Saben ustedes de lo que hablo.
Hablamos mucho de técnicas de motivación de equipos, métodos para aumentar el compromiso de las personas con la empresa, pero la cuestión es que nadie puede motivar y movilizar el compromiso de un equipo si no se ha ganado el derecho a liderarlo. ¿Significa esto que, como los simios, uno debe enzarzarse en una pelea con sus competidores para obtener el puesto, dando gritos y golpeándose el pecho? Obviamente no.
Pero lo que está claro, es que no basta con ser competente desde el punto de vista técnico, ni haber conseguido “buenos números”. Como mínimo uno tiene que demostrar diariamente las siguientes diez cualidades:
- Compromiso personal con la organización y con el equipo
- Carácter e integridad sin fisuras
- Capacidad para afrontar la adversidad de forma serena
- Voluntad palpable de estar al servicio del equipo
- Interés genuino por las personas
- Compromiso con el éxito de los colaboradores antes que con el propio
- Capacidad para admitir los errores propios y absorber los del equipo
- Dar ejemplo continuamente
- Capacidad para tomar decisiones poco “populares”
- Coherencia entre las palabras y los hechos.
Solo entonces, uno empezará a resultar creíble como líder. La credibilidad es la base de la confianza y sin ella es difícil que el equipo pueda confiar. Solo entonces, como en el resto de especies sociables, el equipo querrá aceptar a ese líder y seguirlo. Solo entonces se lo habrá ganado.