Ética y función directiva (2).

La integridad, como el liderazgo, son rasgos que vinculamos intuitivamente con el buen directivo, rasgos que pueden ayudarle a lograr la excelencia en su empresa, y esta actuación ética no puede limitarse al cumplimiento de la ley, ni se trata tampoco de incorporar un añadido a la gestión en forma de acciones sociales, o de un conjunto de normas a cumplir y que la empresa interpreta como restricciones o cargas impuestas a su actividad ordinaria.

La actuación ética no es una tarea adicional, sino un cambio de enfoque en la gestión, desde el momento mismo en que se define la estrategia, teniendo en cuenta las consecuencias en el largo plazo de las decisiones tomadas hoy; es gestionar teniendo en cuenta a  los accionistas pero también a los clientes, a los empleados y a la sociedad en general; es valorar dimensiones y percepciones que otras empresas quizá ignoren, pero que a la larga, si las tiene en cuenta y plantea su actuación considerándolas, compensarán con una relación a largo plazo basada en la confianza que la hará sostenible en el tiempo.

El directivo ético, al definir su estrategia, deberá hacerse preguntas distintas a las habituales, pues deberá también pensar por y para todos los afectados por sus posibles decisiones. Deberá buscar la consistencia entre políticas y acciones, lograr confianza e implicación entre empresa y sociedad, reflexionar desde los valores y hacer todo esto pensando en el largo plazo.

Su misión tiene una vertiente externa, que es lograr la satisfacción de sus clientes y accionistas, y una interna, que es contar con directivos y empleados igualmente satisfechos y motivados, y no puntualmente sino de manera continuada, por identificación de todos los integrantes de la empresa con los valores de esta.

Los objetivos y valores éticos y morales propuestos por los directivos se extenderán y serán interiorizados por todos los empleados si aquellos que les lideran practican con el ejemplo, la corrección y la reflexión.  Esto hará que la práctica ética no se convierta en un cumplimiento pasivo de las normas, sino en compartir una visión inspirada por los líderes de la organización, lo que a su vez redundará en más confianza entre ellos, con la sociedad, y por tanto en mayores beneficios para la empresa.

No obstante, el directivo, a través de sus actitudes y disposición personal, no puede extender por sí solo los principios éticos de su empresa, necesita que estos sean apoyados por los sistemas y estructuras de la organización y es por esto que una de sus responsabilidades será crear el marco organizativo adecuado para permitir e impulsar estos principios.

Será también su responsabilidad conseguir que todos en la organización entiendan correctamente sus objetivos personales, los objetivos de la empresa y la necesaria coordinación entre ambos.

La propia función directiva, en la vertiente de dirigir personas, es siempre una tarea ética. El directivo ético se esfuerza por comportarse en base a sus valores para estar siempre en condiciones de tomar las mejores decisiones para la empresa, para los demás y para él mismo, decisiones  que deberán ser eficientes en el plano económico, aceptables en el plano social y sobre todo, acordes a los principios éticos propios y de su empresa.

Sin duda es complicado ser un directivo ético partiendo de estas premisas, especialmente porque no es lo más habitual, pero es lo que nos toca si queremos ser buenos directivos.

El pasado 14 de marzo se conoció el caso de un ejecutivo de Goldman Sachs que, decepcionado por la forma en que se tomaban las decisiones en la empresa en los últimos tiempos, decide enviar su carta de despido al New York Times. Sus palabras han impactado directamente en la reputación de esta empresa con más de 140 años de antigüedad y para la que la confianza de sus clientes ha sido clave desde sus orígenes. Greg Smith, el emisor de la carta, es ex responsable del negocio de derivados para Europa, Oriente Medio y África, y en su carta acusa a la empresa de alejarse de sus valores tradicionales y de preocuparse sólo por el beneficio. Sus ex directivos en Goldman Sachs se han defendido –añadiendo por tanto más leña al fuego- aduciendo que la gran mayoría de la plantilla está convencida de ofrecer un servicio excepcional a los clientes. Greg defiende su renuncia basándola en sus principios, alegando que la compañía en la que él creía, y que durante tanto tiempo ha conseguido atraer la confianza de los clientes, ya no es lo que era. He aquí un ejemplo de coherencia e integridad de alguien que conecta lo que siente con lo que dice y hace.

Para finalizar, quisiera citar la opinión de Philip Crosby al respecto en “Quality is free”, donde indicaba “No conozco un solo problema de seguridad de un producto en el que la causa principal no fuera la falta de honradez de juicio de un directivo. Habitualmente, lo que intentaba era seguir un atajo para lograr un objetivo  a corto plazo. El resultado a largo plazo era siempre un quebradero de cabeza nada provechoso”.

 

 



Author: Consuelo
Socia del Círculo de Economía de la Provincia de Alicante.

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