Emprender o no emprender, he ahí la cuestión.

Esta es sin duda la pregunta que nos hacemos muchas personas y que intentaban responder los 60 alumnos que participaron en el curso de verano LABORATORIO DE EMPRENDEDORES, DESARROLLO DE 8 HABILIDADES CRÍTICAS organizado por la Cátedra Bancaja y el Observatorio de Inserción Laboral, ambos de la Universidad de Alicante.

El que escribe estas líneas tuvo la ocasión de compartir, desde una perspectiva muy aplicada, la gestión de conflictos y la negociación. La iniciativa de este curso hay que felicitarla, pero más allá de ello cuando hablaba con los alumnos y veo el entorno en este país me pregunto ¿qué tenemos que cambiar para que ser emprendedor sea una alternativa real, constructiva y reconocida?

Diversos estudios a nivel nacional nos informan que nuestros universitarios prefieren la función pública en proporciones que van desde el 55 al 70 % frente a países del ámbito anglosajón donde la tendencia se invierte, ¿qué está ocurriendo por tanto?.

Mi respuesta se orienta hacia los valores en los que nuestros hijos y alumnos se mueven, en la familia se quiere un trabajo fijo y cerquita de casa, prolongando la estancia en la “pensión” familiar hasta edades alejadas de cualquier país de nuestro entorno, en la sociedad una cultura del esfuerzo que brilla por su ausencia (reforzada por una década de sopa de ladrillo), un modelo educativo rígido, segmentado en 17 partes y alejado de la realidad económica, una legislación laboral rígida para permitir la inserción laboral a los más jóvenes, la movilidad y el acceso a trabajos a tiempo parcial, etc.

Al final está integrada en la conciencia colectiva la idea dicotómica de que emprender es cosa de locos o de personas con falta de escrúpulos.

Todo esto, aunque sea por pura supervivencia de país, debemos ir modificándolo entre todos porque la generación de nuestros padres que nos precede no era así, no estaba tan obsesionada por la “seguridad” (o al menos lo disimulaba), la comodidad o la negación a asumir riesgos, a viajar, a emprender.

Tenemos una de las generaciones mejor formadas en competencias técnicas de nuestra historia, no perdamos esos valores que refuerzan la competitividad de una sociedad y sobre todo la hacen más sana.

En este punto las Universidades a través de instituciones como el observatorio y la integración de empresas, a través de cátedras o convenios son un impulso al cambio, pero sin duda todos debemos hacer más para que ser empresario no sea una carrera de obstáculos y que el riesgo, la creatividad o ser capitán de tu propio barco comience a ponerse en valor, y que asumir riesgos o ganar dinero dejen de ser pecados capitales.

El esfuerzo cuando da frutos y genera beneficios debería alegrarnos todos y dar mayor reconocimiento al que lo consigue porque la riqueza de un país se mide en gran medida en la capacidad de generar recursos y empleo a través de las PYMES.

Y no quiero acabar sin poner en valor lo que recientemente comentaba con un colega emprendedor: “no me han regalado nada, he pasado momentos muy complicados pero no cambiaría por nada la riqueza e intensidad de vivencias que merece la pena recordar que le dan sentido a la vida, personas con las que he compartido ilusiones, retos, pasión, risas y sobre todo la satisfacción personal de lo conseguido por ti mismo”.

 

(Publicado también en Campus y Empresa)



Author: jcarrion
Subdirector de Programas, profesor de Organización de Empresas de la U.A.

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