- 25 junio, 2013
- Publicado por: Enrique Javier Fur
- Categoría: El Círculo
En anteriores posts he comentado de manera reiterada la importancia de la participación y el compromiso de todos en la empresa para avanzar.
Pero este compromiso no puede surgir solo de la voluntad o, al menos, no es suficiente solo la voluntad para que sea efectivo. Es imprescindible que los empleados tengan una serie de habilidades y conocimientos, así como un grado de seguridad en la empresa y en su trayectoria profesional, que les permita implicarse, comprometerse con la mejora continua en su actividad y en la orientación global de la compañía.
Una definición clara de itinerarios profesionales en la empresa, un sistema de desarrollo profesional y un plan de formación alineado con la estrategia y las tácticas de la empresa y adaptado a las necesidades actuales y futuras de cada empleado, permiten plantear un esquema de gestión del potencial de la plantilla que facilite la adecuación persona/puesto y la preparación para ocupaciones futuras, y está en el origen de ese compromiso necesario para reforzar las relaciones empresa/trabajadores que permita a la empresa avanzar en cualquier situación del entorno,
El sistema de desarrollo profesional pretende mostrar, a través de la interacción jefe/colaborador, el grado de alineación de los empleados con los valores que integran la cultura de la empresa, sus puntos fuertes y áreas de mejora, a la vez que orienta los planes de formación y desarrollo necesarios y personalizados a cada empleado para mejorar su desempeño actual y preparar su futuro en la compañía de acuerdo con la estrategia de la sociedad, las posibilidades de la empresa y las capacidades actuales y potenciales del empleado.
Se trata de una herramienta de gestión –específicamente de comunicación- imprescindible tanto para el jefe como para el colaborador ya que fija momentos a lo largo del ejercicio en que ambos deben reunirse y contrastar en base a realidades y a través de un procedimiento objetivo, el nivel de la prestación del empleado acorde con la cultura de la empresa y los objetivos específicos de su actividad, reorientando, en los casos necesarios, la forma de actuar para mejorar su autonomía en la organización y sus posibilidades de implicarse más activamente en la consecución de los objetivos empresariales a través de los cuales cada uno de los stakeholders puede aproximarse a sus objetivos individuales.
El sistema de desarrollo profesional constituye una fuente fundamental para identificación de carencias individuales de cada trabajador y, por tanto, define una de las líneas básicas del programa de formación de cada empleado, del que introduciré algún apunte en un próximo post.