DIRIGIR LA EMPRESA.

“Cuando los líderes hacen bien su trabajo, los trabajadores se sienten protagonistas de los resultados”. Lao Tse.

Dirigir una empresa se parece mucho a dirigir personas, máxime en entornos tan cambiantes como los actuales.

Todos somos necesarios para que la empresa avance. Es imposible que solo unos pocos directivos puedan diferenciar positivamente a la empresa en el mercado. Son muchos los elementos a gestionar: producto, servicio, cliente, proveedor, espacio físico, ubicación geográfica (con sus implicaciones culturales, e incluso de horarios, en una época en que la internacionalización ha pasado de ser una opción a una necesidad competitiva), … Todos somos necesarios, y conseguir que todos los empleados lo asuman, lo compartan, lo vivan, esa sí es una labor directiva.

Tenemos que conseguir que nuestros empleados quieran, sepan y puedan hacer las cosas. De lo contrario, a medio plazo tendremos problemas.

Apostar claramente por el compromiso, la implicación, las ganas de salir adelante en la empresa de toda la plantilla se convierte en una fuerza casi invencible, sobre todo si va unida al conocimiento, a la cualificación para hacer lo que hay que hacer y a la capacidad para imaginar lo nuevo. Y por supuesto, con los medios necesarios –dentro de las limitaciones lógicas que tenga la empresa- para poder hacer las cosas.

Tenemos que alejarnos de las viejas creencias de que en la empresa unos piensan y otros ejecutan. Es verdad que cada uno tiene que atender a determinadas prioridades y modos de hacer dentro de la organización, pero para avanzar se necesita la aportación de todos, pensando y actuando, porque habitualmente nadie está más capacitado para identificar problemas y soluciones en su trabajo que aquel que lo está realizando.

Y tenemos que apostar por la innovación o, lo que es casi lo mismo, por la creatividad de la plantilla: cualquier cosa, producto, servicio, acción, fue antes una idea en la imaginación de alguien; idea que, convertida en realidad, puede cambiar el futuro de la empresa.

Será mucho más fácil acertar si todos estamos atentos a las señales del entorno, de los clientes, a sus expectativas, que si solo lo está la alta dirección de la compañía que, además, tiene bastante riesgo de no percibir con claridad esas señales porque habitualmente no está en contacto directo con los clientes y recibe la información con filtros conscientes o inconscientes que incorporan sus interlocutores.

“La creatividad -me decía un amigo- es un programa que todos tenemos instalado; solo hay que activarlo”. Depende de la participación, de la libertad, de la confianza de los empleados; exige, por tanto, un clima laboral adecuado, y eso sí es en gran medida responsabilidad directiva.

Apostar por los intraemprendedores, por las personas que desde dentro se cuestionan los procedimientos de siempre; apoyar a aquellos que desde ámbitos constructivos se plantean formas diferentes de hacer las cosas, o hacer cosas diferentes, es una garantía de progreso, lo ha sido siempre –que las empresas siguen ciclos de vida similares a las personas: nacen, crecen, se estabilizan, envejecen y mueren. Con una diferencia fundamental, y es que si en el momento de la estabilización son capaces de renovarse, comienzan de nuevo un ciclo que las puede hacer mucho más que centenarias. Y quienes pueden hacerlo son sus personas.

Por tanto, aunque sean mucho más evidentes los balances o las cuentas de resultados, esos solo hablan del pasado, que es importante como referencia, pero lo que verdaderamente importa hoy en las empresas es el futuro y ese lo escriben las personas.



Author: Enrique Javier Fur
Presidente del Círculo de Economía de la Provincia de Alicante.

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