- 23 noviembre, 2014
- Publicado por: cesarcuevas
- Categoría: El Círculo

En el año 480 AC, el rey persa Xerxes, hijo de Dario I “el Grande” y poseedor de un imperio que se extendía desde la India hasta Egipto, decidió incorporar Europa al mismo.
Para lograr este objetivo reunió al mayor ejército conocido hasta la fecha y planificó el inicio de la invasión por lo que hoy conocemos como Grecia. Es importante que destaquemos que se trataba de un ejército que tenía la experiencia y la motivación de haber conquistado medio mundo.
En ese momento, la actual Grecia estaba dividida en una multitud de estados continuamente aliados o enfrentados según las circunstancias.
De todos ellos, había dos que sobresalían por su hegemonía: Esparta y Atenas. Eran dos sociedades ligeramente diferenciadas por sus valores, objetivos y sociedad organizativa. Lo que hoy denominaríamos genéricamente como “cultura”. Pero a pesar de las diferencias, la incipiente “cultura” democrática de estas ciudades chocaba frontalmente con el modelo social de los persas.
Como sólo puede suceder en momentos de graves crisis, al tener conocimiento de la invasión que se preparaba, todos los estados griegos decidieron aparcar sus diferencias históricas y forjar un frente común al enemigo.
El punto elegido para el enfrentamiento decisivo era Platea, próximo a Atenas, pero resultaba imprescindible retrasar al enemigo unos días para poder organizarse y evacuar las ciudades.
Y por este motivo por el que entran en la escena histórica el rey Leónidas y el desfiladero de Thermopylae.
Leónidas seleccionó a 300 espartanos y se dirigió a Thermopylae con el objetivo de retrasar el avance de un ejército de 1.500.000 persas.
Tomémonos la licencia de repetir estas cifras: 300 contra 1,5 millones…
Podemos debatir si, según los distintos historiadores, el ejército persa constaba de 0,9 o de 3 millones de soldados, o si a los espartanos les acompañaban otros 1.000 griegos de otras tribus. Pero, para lo que nos ocupa en este momento, no resulta trascendental.
La pregunta significativa de este hecho histórico sería: ¿qué tenía de especial esta organización para enfrentarse voluntariamente a un reto de estas características?
Podemos enumerar las siguientes características diferenciadoras:
- Formación: Licurgo fue la persona que desarrolló e implementó la visión de la sociedad espartana. La base de su visión residía en la educación. Los espartanos dedicaban toda su vida a formarse como guerreros y se centraban exclusivamente en este núcleo central de actividad. El resto de las tareas las tenían “externalizadas” en los iotas (esclavos). También es importante mencionar que toda la sociedad a la que pertenecían apoyaba esta forma de vida. No había elementos perturbadores en su sociedad. Es ilustrativa la frase con la que las madres despedían a sus hijos cuando partían hacia la batalla: “vuelve con tu escudo o sobre él”.
- Selección: Nada más al nacer, el niño espartano era examinado por una comisión de ancianos (nuestro equivalente a los responsables de RRHH) en el Pórtico para determinar si era “hermoso y bien formado”. Si superaba las pruebas iniciales, y como carrera profesional, le asignaban uno de los 9.000 lotes de tierra disponibles para los ciudadanos y lo confiaban a su familia para que lo criara, siempre con miras a endurecerlo y prepararlo para su futura vida de soldado. Si no superaba el proceso de selección se le consideraba una boca inútil y una carga para la ciudad, y se le arrojaba al barranco desde el monte Taigeto.
- Trabajo en equipo: Su sociedad estaba estructurada alrededor de multitud de instituciones para mantener la cohesión y la convivencia. A modo de ejemplo podemos citar la comida en público, una especie de sociedad gastronómica formada por 15 miembros a la que todos los hombres estaban obligados a pertenecer.
Toda su técnica de combate estaba asentada en la falange política que inventaron. En este orden cerrado de formación los soldados constituían una especie de muralla de escudos erizada de lanzas, de al menos ocho hombres de profundidad, que avanzaba en bloque para chocar de frente contra el enemigo. En combate frontal eran invencibles siempre que no se rompiera la formación o les atacasen por uno de los flancos. Pero esta formación exigía que cada hombre se mantuviera en su sitio, puesto que cada soldado protegía con su escudo la mitad izquierda de su cuerpo y el lado derecho de su compañero. Esta técnica hacía imprescindible una confianza absoluta en el compañero, y por lo tanto, en la de todo el equipo. También era imprescindible mantener siempre la misma línea enfrentándose al enemigo, para lo que era necesario que cualquier persona que abandonara la formación fuera reemplazada inmediatamente.
- Estrategia: No cabe duda de que eran unos excelentes estrategas y que una buena parte de su formación consistía en estudiar la estrategia de las batallas anteriores. Para enfrentarse a los persas, después de analizar sus fortalezas y debilidades, y las del “mercado” en que operaban, establecieron como uno de los objetivos prioritarios de su planificación temporal la necesidad de retrasar a la “competencia”. Dado que tenían que concentrar la mayoría de los recursos disponibles en Platea, para el sub-objetivo de retrasar sólo podían disponer de una “pequeña fuerza”. Y una “pequeña fuerza” sólo se podía enfrentar a una “gran fuerza” si se la obligaba a dividirla en “pequeñas fuerzas”. Tras examinar la orografía, determinaron que el desfiladero de Thermopylae cumplía estas características.
- Herramientas: Como es de esperar de todo buen profesional, disponían de las mejores herramientas para realizar su trabajo y las mantenían en perfectas condiciones (“sus escudos cegaban frente al sol como espejos”). La pieza fundamental era el hoplón, un pesado escudo forrado de bronce de unos 90 centímetros de diámetro. También llevaban una coraza de bronce o de lino prensado, grebas en las piernas y casco de bronce. Su armamento ofensivo lo constituía una lanza de dos metros de largo y una espada corta llamada xifos. No es necesario mencionar que su herramienta más importante, su destreza, y estado físico y mental, se entrenaba diariamente hasta alcanzar la perfección.
- Motivación: Los espartanos eran conscientes de que eran los soldados que disponían de la mejor formación, de la mejor estrategia, de las mejores herramientas, del mejor equipo, de la mejor dirección y de una sociedad que les apoyaba incondicionalmente. La multitud de ritos establecidos tenían el objetivo de cohesionar y motivar. Este orgullo que sentían por ser espartanos era el motor motivador para realizar las campañas más inverosímiles.
- Mejora continua: Permanentemente estaban mejorando su sociedad y su persona. Señalar a modo de ejemplo que establecieron tener dos directores (reyes) para que ninguno ostentara demasiado poder o que el comité de dirección (miembros de la asamblea) se seleccionaba democráticamente mediante el aplauso recibido por los candidatos. No es necesario repetir su continuo perfeccionamiento en formación, destreza y estado físico o que los escudos y lanzas supusieron una innovación para la época.
- Oportunidad: No nos engañemos, nada de esto hubiera sucedido sin el elemento catalizador que supuso estar enfrentándose a la mayor crisis de su historia.
Según los historiadores, el resultado de esta batalla fue uno de los acontecimientos clave en la actual configuración de Europa. Podemos debatir sobre si este enfrentamiento cambió el mundo, pero es indiscutible que sí lo cambió para las personas involucradas, … y ¿a quién no le gustaría tener un equipo con el que pasar a formar parte de la historia?
Concluyamos reflexionando sobre la única pregunta realmente significativa de todo lo anterior: ¿qué estoy haciendo hoy para disponer de un equipo como este?