- 19 septiembre, 2012
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- Categoría: Actualidad
(Resumen desayuno CEDE con Josep Piqué, en torno al tema: cambio geopolítico y crisis económica)
Esta es una de las principales conclusiones, al menos en nuestro entorno próximo, de la intervención de Josep Piqué, presidente del Círculo de Economía de Barcelona, en el desayuno CEDE celebrado el 18 de septiembre y que en el Círculo seguimos en directo desde la sede del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de Alicante.
Necesitamos ayuda, decía Josep Piqué, porque solos difícilmente podremos asumir la corrección de los importantes desequilibrios que arrastramos y que se han mostrado con toda crudeza desde el verano de 2007 y no es previsible su recuperación antes de 2016 (“una década perdida”, decía).
La ponencia, con el título “cambio geopolítico y crisis económica”, analizó los cambios geoestratégicos en el mundo enlazándolos con la situación económica, ya que la crisis económica es en sus orígenes y en su realidad una crisis del mundo occidental, para centrarse finalmente en la situación española con la conclusión ya avanzada.
Y puesto que para poder abordar soluciones a los problemas es importante hacer previamente un buen diagnóstico, el presidente del Círculo de Economía de Barcelona comenzó con el análisis de la evolución de la economía y de la sociedad en los últimos años para llegar a una conclusión muy clara: el mundo se está desoccidentalizando, con protagonismo creciente de economías y culturas como la China y la India, que ya fueron muy importantes antes del siglo XVIII en que, con la primera revolución industrial, los países occidentales adquirieron ventaja tecnológica en términos operativos y militares.
El siguiente cambio relevante ocurrió en el siglo pasado y se fue acentuando tras cada una de las dos guerras mundiales, con la división en dos bloques y un tercer mundo que era terreno de conflictos entre esos dos bloques, a la vez que suministradores de materias primas para los otros dos mundos.
La caída del Muro de Berlín simboliza el triunfo de uno de los bloques (Occidente) sobre el otro (La Unión Soviética), lo que debió facilitar la posición hegemónica de las potencias occidentales vencedoras de aquella guerra fría, que era cultural, económica, social, ideológica, …
Y sin embargo, lejos de esa conclusión que podría parecer lógica, lo que ha ocurrido es, como se apuntaba al principio de la intervención, una desoccidentalización del mundo con la aparición de nuevas potencias que están transformando los equilibrios políticos.
Esta situación obliga, en términos empresariales, a contemplar el mundo desde esa nueva realidad.
Desde España siempre hemos mirado hacia Europa y hacia el continente americano y eso debe evolucionar, situando los mundos africano y asiático en nuestro punto de mira.
Esta evolución se está viendo acelerada por la crisis económica, que es una crisis fundamentalmente occidental, que dura ya 5 años y apenas estamos en su ecuador a juzgar por la opinión de los organismos más cualificados.
Crisis que, como sabemos, comenzó por lo que conocemos como hipotecas de alto riesgo –en diferentes versiones, según países-, asociadas a procesos agresivos de ingeniería financiera vinculados al excesivo endeudamiento de personas, empresas y países, especialmente grave en aquellas zonas con la demanda interna muy superior a su capacidad de producción, como España, provocando endeudamientos aparentemente asumibles en etapas de fuerte crecimiento, pero que la pérdida de confianza de los agentes económicos impide refinanciar y que, por tanto, hay que devolver en un proceso que necesariamente será lento y que no recuperará la normalidad hasta, al menos, 2016.
En esta situación es especialmente relevante la función del sistema financiero, cuyo objetivo y donde adquiere todo su sentido es en la canalización de recursos del ahorro hacia la inversión, financiando la actividad económica. Pero como también el sistema financiero se endeudó excesivamente en la etapa anterior para facilitar el acceso al crédito a particulares, empresas y organismos públicos, ahora está especialmente afectado por esa falta de financiación de los mercados, teniendo un funcionamiento inverso al que hemos definido como su función básica: ahora la banca detrae recursos para atender la devolución de sus préstamos anteriores (este, evidentemente, no es su único problema; los altos índices de morosidad derivados de aquellas hipotecas de alto riesgo, así como del deficiente funcionamiento de la economía, contribuyen a hacer aún más compleja la situación).
Una situación similar es la que soporta el sector público, que hasta 2007 tenía unas cuentas públicas razonablemente equilibradas, pero que desde entonces ha necesitado recurrir con gran intensidad a la financiación exterior para cubrir un déficit que se ha situado en muy poco tiempo en torno al 9%, convirtiéndose en el gran desafío de nuestra política económica (en estos momentos debemos 400.000 millones de euros al Banco Central Europeo y necesitamos que alguien nos siga financiando).
Y al igual que hemos hecho con la Banca solicitando una línea de crédito a la U.E. de hasta 100.000 millones de euros, debemos planteárnoslo para la economía global: en los próximos cuatro meses el Estado necesita 100.000 millones de euros más 50.000 millones el sector privado; y sumando los vencimientos de 2013, llegaremos a unas necesidades de 300.000 millones, lo que hace imprescindible la apelación a la ayuda de nuestros socios (U.E.; BCE; FMI), y cuanto antes se haga, mejor.
Es fundamental, en opinión de Josep Piqué, plantear el rescate cuando antes, ya que el tiempo no resuelve estos temas, sino que, en todo caso, los enquista y agrava. Y desde luego no podemos plantearnos razones coyunturales (cómo elecciones próximas) para dejar de abordar un tema básico para nuestro propio diseño de país, como es la necesidad de disponer de la financiación necesaria para volver a situar nuestra economía en la senda del crecimiento.